la crítica, más allá de exponerse como una opinión, puede ser una fuerza energética que altera realidades, destinos y vínculos. Esto ya te lo había expuesto en otros capítulos donde te hablaba del robo de destino pero aquí vamos a explorar cómo las interferencias mentales afectan tanto a quien critica como a quien recibe esa energía, y por qué es urgente entender esta dinámica si queremos vivir con más consciencia, libertad y coherencia.
Primero de todo, está bien recordar que toda intención es energía. Todo pensamiento y emoción proyectada hacia otra persona deja una huella. Lo que ocurre cuando criticamos a alguien, es que emitimos una frecuencia que acto seguido,busca una resonancia, un impacto, una dirección. Es decir, no es neutra.
Ocurre incluso cuando esta crítica no se expresa verbalmente. Puede quedarse en una mirada, en un pensamiento constante, un juicio interior. Porque la energía no necesita palabras para moverse. Actúa, vibra y se desplaza.
Cuando alguien critica con intención de dañar, su cuerpo emocional entra en un estado de contracción. Se activan pensamientos repetitivos, frustraciones no procesadas, y sobre todo, se perpetúa un circuito cerrado donde la energía se estanca.
No es casual que las personas más críticas sean también las más rígidas, insatisfechas o agotadas. Porque están sosteniendo una frecuencia de juicio que no les permite avanzar.
En cambio, quien aprende a observar sin juzgar, a respetar el camino del otro y a inspirarse en su avance, accede a una energía más fluida, más liviana, más creativa.
¿Y qué ocurre cuando una persona está en un camino de consciencia, o tiene una alta sensibilidad energética? Que, aun cuando pueda sentirse herida o confundida, activa una forma de protección, incluso sin saberlo.
Y cuando esa energía de crítica o proyección de fracaso no logra penetrar la energía de la persona a la que va dirigida, vuelve. Regresa al origen. A veces multiplicada. A veces transformada en enfermedad, crisis emocional, bloqueos o rupturas en la vida de la persona emisora de ese pensamiento o intención.
Esto lo sabían las tradiciones ancestrales. Y también lo han explicado desde otras perspectivas pensadores e investigadores como Carl Jung quien expuso que la crítica muchas veces es una proyección de la sombra colectiva.
El juicio revela más del emisor que del receptor. Y la energía siempre encuentra su camino.
Y si lo miramos desde una perspectiva más cercana, ¿qué ocurre a nivel energético cuando una familia critica constantemente a uno de sus miembros que está en un camino que estos no aceptan y aunque este quiera evolucionar ellos persisten en rechazar la idea de que siga hacia los objetivos que se ha marcado?
Sucede algo sutil pero muy poderoso: la familia está saboteando su propio potencial. Está frenando la expansión del sistema. Porque cuando uno crece, el sistema entero se ve obligado a recolocarse.
Carl Jung decía: «Lo que niegas, te somete. Lo que aceptas, te transforma». Él hablaba de cómo el inconsciente colectivo proyecta sombras sobre quienes encarnan aquello que el grupo teme o no quiere integrar.
Cuando una familia critica constantemente a uno de sus miembros que está evolucionando, lo que en realidad ocurre es que se está impidiendo la expansión del sistema familiar. Esto puede verse como una forma de mantener el equilibrio, de evitar que algo cambie. Pero este “equilibrio” es, en realidad, una prisión. Y esa crítica, ese juicio, no solo bloquea a quien está siendo atacado, sino que también está reforzando las limitaciones de todos los miembros del sistema. Y este tipo de interferencia energética deja marcas: relaciones tensas, rupturas, síntomas, conflictos intergeneracionales…
Carl Jung fue uno de los primeros en hablar abiertamente de cómo operan las dinámicas ocultas en los grupos humanos. Según él, el inconsciente colectivo es una especie de memoria compartida que contiene arquetipos universales, es decir, patrones de experiencia y comportamiento que repetimos inconscientemente.
Y si miramos más de cerca cómo opera esta interferencia dentro de la familia, vemos que muchas veces se perpetúa a través de lealtades invisibles…
Bert Hellinger, en sus estudios sobre las lealtades familiares propuso que muchos miembros de una familia sienten una necesidad inconsciente de seguir los patrones y normas establecidas dentro de su sistema. Estas lealtades familiares, a veces invisibles y muy profundas, se transmiten de generación en generación y actúan como una especie de mandato no verbal: “Esto es lo que hacemos en nuestra familia, esto es lo que somos.”
Así, si un miembro de la familia decide ir en una dirección diferente, si empieza a cambiar su vida, sus ideas o su propósito, a menudo se enfrenta a una resistencia feroz, no solo externa, sino también interna. Ese miembro puede sentir un profundo sentimiento de culpa o traición, incluso cuando su deseo de cambio no tiene nada que ver con una intención de rechazar a su familia. En lugar de avanzar, se encuentra atrapado en un ciclo de lealtades invisibles que lo mantienen atado a un pasado que ya no le sirve.
Las lealtades familiares a menudo están asociadas a sacrificios, sufrimientos o limitaciones, pero la verdad es que no siempre sirven al crecimiento personal. De hecho, a menudo, estas lealtades impiden la expansión de la persona. La clave es que la familia, como sistema, no está preparada para permitir esa transformación porque cambiaría la estructura y el equilibrio que ha estado funcionando (aunque de manera disfuncional) durante mucho tiempo.
Romper con las lealtades familiares repetitivas requiere valentía, consciencia y un proceso de autoexploración profundo. Aquí te propongo algunas estrategias que pueden ayudarte a liberarte de estas lealtades:
Las lealtades familiares, aunque pueden parecer fuerzas poderosas y difíciles de romper, no son más que patrones de energía que se han transmitido de generación en generación. Pero tú tienes el poder de decidir si sigues o no esos patrones y crear una vida libre de interferencias, donde tu evolución personal no solo te beneficie a ti, sino también a tu sistema familiar.
Es por esto que romper con las lealtades familiares repetitivas no es un acto de egoísmo, sino una acción de sanación profunda, porque permite que todos crezcan y encuentren su propio camino hacia la libertad.
Todo pensamiento es una semilla. Todo juicio es una intención. Y si lo que proyectamos tiene carga emocional, tiene aún más fuerza creativa.
Cuando criticamos a alguien que avanza, estamos contribuyendo a que esa energía nos excluya de esa expansión. Es como si le estuviéramos diciendo al universo: «Eso que está logrando esta persona no me interesa». Y el universo escucha. Responde. Y nos lo quita del camino.
Así, construimos nuestra realidad desde la limitación. Desde la sombra. Desde el rechazo a lo que también podríamos haber sido si hubiéramos elegido crecer.
Liberarse de esta dinámica requiere valentía, pues sería reconocer que sentimos envidia por la expansión de los demás. Cuando criticamos desde la envidia o la frustración, nos estamos haciendo daño a nosotros mismos.
Aquí te dejo algunas claves para cortar ese ciclo:
Porque al final, lo que deseamos para otros, es lo que estamos sembrando para nosotros.
